"In sorrow we
must go, but not in despair. Behold! We are not bound for ever to the circles
of the world, and beyond them is more than memory."
- Lord of the rings, Aragorn’s last words
Es dulcemente irónico
que, en el momento de tu final, lo que más recuerdo es nuestro comienzo; y así
se va a mantener, pues es bien sabido que el inicio y el fin son indisociables,
y para mí no te has acabado… ni te acabarás. A pesar de tu inevitable ausencia, contigo vuelvo
a creer en esos vínculos que nunca sucumben a un final, incluso cuando llegue
el mío, y el silencioso rio del olvido quiera borrarnos de toda memoria, de
todo recuerdo.
Como una
subrealidad nítida y atesorada, visualizo el primer día en que tímidamente puse
los pies en tu casa, intrigado por la hermana de mi gran amigo, y con quien vaticinaba
un inmenso caudal de similitudes gracias a un préstamo subrepticio y forzado de
un libro de hadas. Sí, tú libro no se había desvanecido; Nicolás me lo había
prestado. Aunque una parte de mi sospecha que, tras conocerme, te fue fácil
atar los cabos.
Y tal como lo
esperaba, mi augurio estuvo lejos de equivocarse.
De nuestra
génesis recuerdo los claros azules entrelazados de tu uniforme; tu falda de
dobleces pulcros; tus troqueladas medias blancas; el destello tímido de tus
ojos; un pelo corto, liso y oscuro que enmarcaba perfectamente tu rostro; y esa
sonrisa analítica, tranquila y difícil de sacarte. Éramos seres auténticamente
diferentes en ese entonces, impunes al daño y a la experiencia; sin embargo,
nuestra similitud nunca había tenido tanto fulgor. Había una curiosidad ingenua
y una resonancia de carácter que nos agrupó, para mi sorpresa, en muchas más
dimensiones de las que nunca hubiera sospechado.
Nuestras mentes
siempre hablaron el mismo lenguaje, hasta el punto de desarrollar connivencias incluso
para los episodios más nutridos y desfasados de nuestra imaginación. Compartimos
como delirios benignos aquellas fantasías que traslapaban la realidad, y nos desplazaban
de manera casi que etérea a un escenario mucho más atractivo, repleto de magia,
aventura, y visiones fantásticas. Fuiste una figura esencial para comprender que
el ensueño podía compartirse, y derivar gracias a ello en los momentos más
bellos de la vida.
Nunca pudimos
tener una conversación sencilla, y creo que fui privilegiado por esta razón. Siempre
nos brindamos nuestro lado más trascendente, y nuestro cruce de pensamientos permanentemente
encerraba una estela de universos que permanecieron desapercibidos, incluso
para los que nos conocían de toda la vida. Nuestras metáforas con la casa noble
de los Artois, las conquistas de ALEXANDROS, las historias de misterios en
conventos medievales, e incluso hasta las discusiones políticas que
colisionaron nuestros trenes de pensamiento y enérgicos temperamentos, siempre
trajeron una movilización interna y una enseñanza.
Hoy entiendo en
una desgarradora epifanía, lo insulsos y frívolos que son los conflictos
políticos frente a los indetenibles misterios de la vida y la muerte. Y de
saber cuánto tiempo nos arrebató una ilusión de rivalidad, seguramente mi
nihilismo político se hubiera instalado con anterioridad. Con auténtico llanto
y pesar, lamento las veces que mi frustración venció a mi capacidad
constructiva para devolverte mis opiniones.
Tu vacío me lega
une premisa irreversible: no puedo recuperar el tiempo perdido … ni contigo ni
con nadie; y aunque esto pareciese una suerte de maldición de un libro de
Tolkien, tu ausencia me ha enseñado que he sido y soy mis encuentros y
desencuentros, mis vínculos y mis rompimientos, mis compañías y mis abandonos,
mi presencia y mi disipación. Cada una con sus alegrías y vacíos, pero también
con las enseñanzas y el germen que esculpieron al hombre que soy en día.
Y así como estoy
tan lejos de abrazarte y decirte, una vez más, lo agradecido que me siento por
haber compartido fragmentos especiales de tu existencia conmigo, estoy de cerca
de no permitir que tu eco en esta realidad desaparezca.
Es por ello que desde
el alma mi corazón se insufla con la gratitud por la vida, gracias al ya
conocido y doloroso contraste de la muerte, y te la dedico toda…
Por los momentos
donde señalaste mi insoportable redundancia académica.
Por guiarme a la
sustancia por encima de la pomposidad.
Por tener la
madurez para confrontarme cuando fui un manojo de angustia evasiva.
Por encontrar
gracia y sentido profundo en mis grandes irracionalidades.
Por acompañarme
en las incontables e inacabables travesías a mundos fantásticos; los de luz y
también los de sombra.
Por la
complicidad y la tolerancia que no le tenías a los demás.
Por ser la única
persona que me dedicó sin generalidades vagas, y con profundo amor, un espacio
en su anuario y en su corazón.
Por mostrarme el
paradójico misterio del desinterés en la construcción del sentido.
Por el temple de
tu carácter, y por tu obstinación que nunca le dio aliento al fracaso.
Por dejarme clara
la inmarcesible gracia de lo simple.
Por dar
evidencias a mi vieja conjetura acerca de la omnipotencia transformadora de una
madre.
Por enfrentar la
muerte y la enfermedad con una voluntad titánica que siempre admiraré.
Por legarme el
más impecable recuerdo de ti, tejido por tus mejores actos.
No puedo
encasillar en uno o varios títulos todos los roles que jugaste en mi vida, no
obstante, traerlos a colación es un despropósito, porque los títulos son
categorizaciones sociales que en este momento palidecen ante lo inmanente… y en
la vida y en la muerte, la única que necesito que me valide ese título
indescriptible eres tú.
Admiraré por
siempre tu dignidad para soportar el abatimiento, y que tu carácter te
permitiera mirar de frente y a los ojos a la muerte; y si “el que conquista la
muerte conquista la vida”, estoy seguro de que ahora estarás en uno de esos
paraísos que se les promete a los grandes guerreros en las viejas sagas. Lo
diste todo Andrea, y puedes llevarte ese pensamiento y esa tranquilidad al otro
lado.
Llegando al final
de este memento morí, recuerdo ahora entre el llanto la última vez que
interactuamos en este plano, donde entre muchas luces y alegría corriste casi
que con el tiempo detenido tras de mí, para darme las gracias por haber frenado
los demonios más violentos de mi naturaleza, incluso si estos querían salir en
nombre de la justicia y de la dignidad. Como último acto conmigo, me llevaste a
una decisión correcta, como tantas veces lo hiciste antes. Ese pequeño acto de
gratitud es ahora una gran hoguera imbatible e incandescente en el corazón.
Y, así pues, como
un escrito arcano y valioso de los reinos olvidados…
Morgana y Lethias
no acaban sus historias, y desde las cristalinas playas de siempreunidos hasta la
agreste frontera de Kara Tur, siempre habrá uno que otro bardo poseído por la
estulticia divina, y que traerá a los oídos atentos las hazañas de la
necromante que cruzó el mar de las estrellas caídas con su inseparable
bladesinger.
Se murmurará
cuantos tesoros consiguieron, los lugares que conocieron, las bestias a las que
vencieron y, sobre todo, el legado que dejaron para los suyos; sin embargo, lo
que despertará la admiración reverencial en cada aventurero de Faerun, será el
saber cómo ella se resistió a mirar al suelo cuando la misma muerte fijo sus
helados, cadavéricos y espectrales ojos en ella.
A donde sea que
llegues, le pediré en un futuro a mis Dioses que me permitan visitarte. No
estamos lejos porque una parte de mí se fue contigo, y a cambio me dejaste otra
de ti. Te buscaré para encontrarme; me buscaré para encontrarte.
Te recordaré por
siempre, fuiste de gran importancia para mí.
Namarie,
Lethias Nightstar