Un espacio donde el recuerdo se hace consciente, donde el pasado, presente y futuro entran en conjunción y la estulticia es la amante de la razón.

domingo, 28 de julio de 2019

De la carta que no te pude entregar...


"In sorrow we must go, but not in despair. Behold! We are not bound for ever to the circles of the world, and beyond them is more than memory."


- Lord of the rings,  Aragorn’s last words



Mi querida y extraordinariamente fuerte amiga,

Es dulcemente irónico que, en el momento de tu final, lo que más recuerdo es nuestro comienzo; y así se va a mantener, pues es bien sabido que el inicio y el fin son indisociables, y para mí no te has acabado… ni te acabarás.  A pesar de tu inevitable ausencia, contigo vuelvo a creer en esos vínculos que nunca sucumben a un final, incluso cuando llegue el mío, y el silencioso rio del olvido quiera borrarnos de toda memoria, de todo recuerdo.

Como una subrealidad nítida y atesorada, visualizo el primer día en que tímidamente puse los pies en tu casa, intrigado por la hermana de mi gran amigo, y con quien vaticinaba un inmenso caudal de similitudes gracias a un préstamo subrepticio y forzado de un libro de hadas. Sí, tú libro no se había desvanecido; Nicolás me lo había prestado. Aunque una parte de mi sospecha que, tras conocerme, te fue fácil atar los cabos.

Y tal como lo esperaba, mi augurio estuvo lejos de equivocarse.

De nuestra génesis recuerdo los claros azules entrelazados de tu uniforme; tu falda de dobleces pulcros; tus troqueladas medias blancas; el destello tímido de tus ojos; un pelo corto, liso y oscuro que enmarcaba perfectamente tu rostro; y esa sonrisa analítica, tranquila y difícil de sacarte. Éramos seres auténticamente diferentes en ese entonces, impunes al daño y a la experiencia; sin embargo, nuestra similitud nunca había tenido tanto fulgor. Había una curiosidad ingenua y una resonancia de carácter que nos agrupó, para mi sorpresa, en muchas más dimensiones de las que nunca hubiera sospechado.

Nuestras mentes siempre hablaron el mismo lenguaje, hasta el punto de desarrollar connivencias incluso para los episodios más nutridos y desfasados de nuestra imaginación. Compartimos como delirios benignos aquellas fantasías que traslapaban la realidad, y nos desplazaban de manera casi que etérea a un escenario mucho más atractivo, repleto de magia, aventura, y visiones fantásticas. Fuiste una figura esencial para comprender que el ensueño podía compartirse, y derivar gracias a ello en los momentos más bellos de la vida.

Nunca pudimos tener una conversación sencilla, y creo que fui privilegiado por esta razón. Siempre nos brindamos nuestro lado más trascendente, y nuestro cruce de pensamientos permanentemente encerraba una estela de universos que permanecieron desapercibidos, incluso para los que nos conocían de toda la vida. Nuestras metáforas con la casa noble de los Artois, las conquistas de ALEXANDROS, las historias de misterios en conventos medievales, e incluso hasta las discusiones políticas que colisionaron nuestros trenes de pensamiento y enérgicos temperamentos, siempre trajeron una movilización interna y una enseñanza.

Hoy entiendo en una desgarradora epifanía, lo insulsos y frívolos que son los conflictos políticos frente a los indetenibles misterios de la vida y la muerte. Y de saber cuánto tiempo nos arrebató una ilusión de rivalidad, seguramente mi nihilismo político se hubiera instalado con anterioridad. Con auténtico llanto y pesar, lamento las veces que mi frustración venció a mi capacidad constructiva para devolverte mis opiniones.

Tu vacío me lega une premisa irreversible: no puedo recuperar el tiempo perdido … ni contigo ni con nadie; y aunque esto pareciese una suerte de maldición de un libro de Tolkien, tu ausencia me ha enseñado que he sido y soy mis encuentros y desencuentros, mis vínculos y mis rompimientos, mis compañías y mis abandonos, mi presencia y mi disipación. Cada una con sus alegrías y vacíos, pero también con las enseñanzas y el germen que esculpieron al hombre que soy en día.

Y así como estoy tan lejos de abrazarte y decirte, una vez más, lo agradecido que me siento por haber compartido fragmentos especiales de tu existencia conmigo, estoy de cerca de no permitir que tu eco en esta realidad desaparezca.

Es por ello que desde el alma mi corazón se insufla con la gratitud por la vida, gracias al ya conocido y doloroso contraste de la muerte, y te la dedico toda…

Por los momentos donde señalaste mi insoportable redundancia académica.
Por guiarme a la sustancia por encima de la pomposidad.
Por tener la madurez para confrontarme cuando fui un manojo de angustia evasiva.
Por encontrar gracia y sentido profundo en mis grandes irracionalidades.
Por acompañarme en las incontables e inacabables travesías a mundos fantásticos; los de luz y también los de sombra.
Por la complicidad y la tolerancia que no le tenías a los demás.
Por ser la única persona que me dedicó sin generalidades vagas, y con profundo amor, un espacio en su anuario y en su corazón.
Por mostrarme el paradójico misterio del desinterés en la construcción del sentido.
Por el temple de tu carácter, y por tu obstinación que nunca le dio aliento al fracaso.
Por dejarme clara la inmarcesible gracia de lo simple.
Por dar evidencias a mi vieja conjetura acerca de la omnipotencia transformadora de una madre.
Por enfrentar la muerte y la enfermedad con una voluntad titánica que siempre admiraré.
Por legarme el más impecable recuerdo de ti, tejido por tus mejores actos.

No puedo encasillar en uno o varios títulos todos los roles que jugaste en mi vida, no obstante, traerlos a colación es un despropósito, porque los títulos son categorizaciones sociales que en este momento palidecen ante lo inmanente… y en la vida y en la muerte, la única que necesito que me valide ese título indescriptible eres tú.

Admiraré por siempre tu dignidad para soportar el abatimiento, y que tu carácter te permitiera mirar de frente y a los ojos a la muerte; y si “el que conquista la muerte conquista la vida”, estoy seguro de que ahora estarás en uno de esos paraísos que se les promete a los grandes guerreros en las viejas sagas. Lo diste todo Andrea, y puedes llevarte ese pensamiento y esa tranquilidad al otro lado.

Llegando al final de este memento morí, recuerdo ahora entre el llanto la última vez que interactuamos en este plano, donde entre muchas luces y alegría corriste casi que con el tiempo detenido tras de mí, para darme las gracias por haber frenado los demonios más violentos de mi naturaleza, incluso si estos querían salir en nombre de la justicia y de la dignidad. Como último acto conmigo, me llevaste a una decisión correcta, como tantas veces lo hiciste antes. Ese pequeño acto de gratitud es ahora una gran hoguera imbatible e incandescente en el corazón.
Y, así pues, como un escrito arcano y valioso de los reinos olvidados…

Morgana y Lethias no acaban sus historias, y desde las cristalinas playas de siempreunidos hasta la agreste frontera de Kara Tur, siempre habrá uno que otro bardo poseído por la estulticia divina, y que traerá a los oídos atentos las hazañas de la necromante que cruzó el mar de las estrellas caídas con su inseparable bladesinger.

Se murmurará cuantos tesoros consiguieron, los lugares que conocieron, las bestias a las que vencieron y, sobre todo, el legado que dejaron para los suyos; sin embargo, lo que despertará la admiración reverencial en cada aventurero de Faerun, será el saber cómo ella se resistió a mirar al suelo cuando la misma muerte fijo sus helados, cadavéricos y espectrales ojos en ella.

A donde sea que llegues, le pediré en un futuro a mis Dioses que me permitan visitarte. No estamos lejos porque una parte de mí se fue contigo, y a cambio me dejaste otra de ti. Te buscaré para encontrarme; me buscaré para encontrarte.

Te recordaré por siempre, fuiste de gran importancia para mí.

Namarie,


Lethias Nightstar

viernes, 13 de febrero de 2015

A memoria de Luis Arturo Barrera S.J



 "La virtud de un hombre no debe medirse por sus esfuerzos, sino por sus obras cotidianas."

- Blaise Pascal


Parece extraño escribir de nuevo. Pero hoy definitivamente existe una razón para hacerlo. La mayor virtud del luto subyace en el sentido de gratitud y en un ejercicio de significado, en ejecutar una retrospectiva que reconfigura y revalida la figura de aquellos que nos acompañaron. Haré un intento digno.

Es curioso ver como las palabras, a pesar de pertenecer al reino de lo cognitivo según la teoría, solo parecen florecer cuando la emoción provoca esta particular efervescencia que las va plasmando. Hoy, estas emergen no como anhelos futuros o experiencias conmovedoras del presente, sino como recuerdos del pasado que se enaltecen en la memoria de un amigo. Amigo, maestro, humano.

Cursar por la Universidad Javeriana ha sido uno de los grandes aciertos de mi vida. La humanística no censurada que impregnaron los Jesuitas a esta institución, me permitió más de una vez  caer en miles de debates extracurriculares acerca de Dios, de la Idea de Dios, y de las ideas de la Idea de Dios. A manera de temibles terapias de choque, las posturas de los profesores nos oscilaban a los iniciados del profundo ateísmo al teísmo evangélico. Por fortuna no fui víctima de una polarización nociva,  o por lo menos,  no tan radicalmente ni  tan permanentemente.

En este contexto fue cuando el paganismo tuvo su auge en mí; desprecié muchísimo la religión organizada hasta el punto que consideraba irremediablemente incompatible una vida culta con cualquier adoctrinamiento religioso tradicional. Sin embargo, cierto día entró al salón cierta figura elegante pero levemente encorvada por la edad, con visos de extranjero y una chivera y boina anacrónicas, más pertenecientes a alguna villa europea, que me haría evidente la posibilidad de conciliación intelecto-doctrina. Su presencia era algo extraordinario, sobre todo ante la simplicidad que solían expresar la mayoría de  nuestros docentes.  Con una sonrisa aferraba su paraguas y su maletín, los cuales con suma organización dejó instaurados sobre la mesa.

Inmediatamente quedé fascinado. En su primera clase expresó con impecable claridad las dinámicas de su pedagogía, su enemistad con la mala ortografía, su amistad con los desafíos y la crítica constructiva a sus planteamientos, y un gran marco senso-perceptivo-cognitivo que constituía su tema de enseñanza, y que curricularmente resumía en “Procesos psicológicos”. Desde ese momento, volví a generar ese encanto colegial por mi carrera, el cual  suele evaporarse casi sistemáticamente  con varias de las materias introductorias de los primeros semestres.

Umbrales sensoriales, transducción perceptiva, Inteligencia y temas que de por si son verbo muerto en los atlas de neurociencias y psicología brillaban con sus referencias a Schubert, las fugas de Bach, Kandinsky, la teoría estética Kantiana, y sus siempre clarificadoras anécdotas y diálogos imaginarios, que incluso convertían en temas sencillos el barrido rostro caudado o las mecánicas de las rutas tálamo-corticales.

Fui un completo afortunado de haber ganado la especial simpatía de Luis Arturo Barrera S.J. Además de haber existido una química de personalidad y orientación de pensamiento,  con el paso de los semestres, quizes, intervenciones en clase y evaluaciones los saludos mudos y formales, casi victorianos,  se convirtieron en pausas para discutir la prospección de las clases, para contar algún chiste refinado,  para recomendar algún autor, o simplemente burlarse de mi resistencia casi psicoanalítica al uso de las tildes. Hoy me genera mucha gracia el retratar esas escenas de diálogo universitario, en donde yo estaría encarnando el metalero clásico mientras que Buby personificaría  al clergyman suizo, en conversaciones totalmente ajenas a nuestra apariencia.

Este breve escrito lo hago para enaltecer la memoria de Luis Arturo Barrera, quien ya atravesó dignamente la inescapable transición de la muerte. Si bien ya varias personas han exaltado sus méritos religiosos, yo prescindiré de ellos para demostrar que como humano y maestro marcó mi vida profesional, personal y espiritual,  sin discutir una sola vez particularidades de nuestras creencias trascendentales o realizar  intentos de catequismo.

Del fondo del alma, y con lágrimas nublando la visión pero no el pensamiento:

Gracias por orientar la vida  a la enseñanza.
Gracias por no juzgarme nunca por mi apariencia.
Gracias por expresar constantemente la caridad como principio de igualdad.
Gracias por fortalecer mi saber en lo fáctico, en lo útil y en lo bello.
Gracias por evidenciar que la unión de arte y ciencia no es solo posible, sino un raro fenómeno que potencia el aprendizaje.
Gracias por castigar mi rivalidad con las tildes, y revelar claramente que la ortografía transmite e importa.
Gracias por tener calificaciones periódicas, y no cataclismos de ansiedad a final de semestre.
Gracias por vislumbrar que la religión tradicional no necesariamente entorpece la vida culta.
Gracias por enseñarme a estudiar. (Se lo debo también a Andrés Martinez)
Gracias por señalarme de mil maneras las formas en que desperdiciaba mi inteligencia.
Gracias por responder a mis necedades con preguntas que me llevaban a la respuesta.
Gracias por abrir universos transdisciplinares.
Gracias por retarnos formalmente a cuestionar todos los contenidos, todas las teorías, todas las palabras.
Gracias por ser el ÚNICO docente que al traspasar mi coraza de bienestar se dio cuenta de la ayuda que no quería pedir, y maquinó anónimamente un escenario elaborado para que lo hiciera.
Gracias por reírte de las bromas que escribía en los parciales cuando me veía acorralado.
Gracias por demostrar más interés en el aprendizaje que en la evaluación, a pesar de la máscara de rigor inflexible.
Gracias por inaugurar mi amor por la epistemología.
Gracias por arrancarme las lágrimas que no saco para recordarme lo valiosa que es la vida y una existencia virtuosa.



Gracias por revelar con acciones aquel misterio de por qué los católicos llaman a sus sacerdotes ‘’Padre’’.






miércoles, 18 de julio de 2012

De la alquimia de Calíope



“Hi furit flores qui inter tot carduos et tribulos absconduntur”

-        Atribución enmascarada a Isaac Holand por Mylius


La inspiración en la escritura es tan fugaz como engañosa: es insuflable desde cualquier emoción y su aleatoriedad es casi tan circunstancial e impredecible como la vida misma. Pasajero, como si Calíope viajara impulsada por el viento, suele brotar este sentimiento organizadamente caótico que si se abona con el suficiente tiempo, reflexión, papel y disciplina logra brotar en una fotografía de los pensamientos ¿O qué otra cosa son las palabras visibles? ¿Qué es la sintaxis sino fragmentos congelados de semántica que dinamizan los relatos tal como los trazos a las pinturas? Si se tiene suerte y talento, es posible esculpir con este material volátil y efímero, y se puede esbozar y transmutar la representación detrás del afecto.

A la larga, todo se trata de animar con lo estático: el artista y el escritor se escinden tan sólo por la técnica.

Puesta sobre la mesa mi noción de la génesis  emocional de un proceso denominado como cognitivo, procedo a lo anecdótico: estar de cara frente al papel esgrimiendo la espada de la razón como recurso para mitigar a aquellas bestias de las memorias, va agudizando la contemplación de aquellos productos escritos, hasta alcanzar cierto grado de predictibilidad de los mismos ante la conjunción de los determinados grados de sentimientos vs la destreza literaria del comunicador. Por fortuna las posibilidades son infinitas, por desgracia existe demasiada materia cuanto menos denominable como residual. Además ¿Soy yo el único que enfurece ante ese imaginario del vulgo que todo aquello que está publicado es necesariamente material de calidad o, incluso, veraz?

Pero bueno, supongo que no me he recordado lo suficiente que nadie nace aprendido, y los millares de torpes renglones que en su momento inundaron y gestaron mi actual cosmovisión de la existencia.
Así, en medio de la lectura de huracanados existencialismos, teofánico misticismo, incandescente drama, retrospectivo tecnicismo, inocentes fragmentos, púberes inconformidades, denuncias invisibles y sanas trivialidades he aprendido que la calidad con la que se contacta a la musa depende directamente del grado de emotividad, y de la imbricación de aquel mundo emocional al frio modus operandi del hemisferio izquierdo. Aun asi, y a pesar de que a veces el purismo emocional –que casi raya en la labilidad- da génesis a maravillas indiscutidas como las reflexiones de Rumi, un “Lenore” en Poe, o las selectas cartas de Van Gogh a Theo, en donde difícilmente se puede esquivar la carga visceral de sus autores, las verdaderas obras maestras se cuecen en la amalgama de los sentimientos y conceptos encontrados por oposición.

Por lo tanto, reto al lector a incursionar en la sátira negra del “elogio de la locura” de Erasmo, a impregnarse de la transfusión de sentimientos de “el retrato oval” de Poe, a desfallecer en el optimismo recriminante de “Cae el martillo” de Nietzche, a contagiarse del fatalismo propositivo de un “Warum Krieg” de Freud, a comparecer ante la sanidad demente “de Hamlet”, a hundirse en la miseria del héroe en “Edipo Rey” de Sófocles, y a mesmerizarse en  la tragedia de lo omnipotente retratada con tanta habilidad en “las metamorfosis” de Ovidio. Esto por mencionar algunas obras. La convivencia de los opuestos en el relato es una sobredosis de movilización psíquica, pues el único catalizador del conocimiento es la reflexión, y este ejercicio paradójico es su mejor caldo de cultivo.

Para finalizar, y respecto a los que han hecho suya la maestría de la elocuencia, mi última crítica se dirige a la vanagloria de la creatividad como un fenómeno emergido del yo. Esta creencia se ha convertido hoy en día en uno de esos fenómenos silentemente risibles para mí; creo ahora que sólo somos voceros de las fuerzas que superan a nuestra individualidad, pero que irónicamente nos dotan de identidad, de sentido y de ese carácter de unicidad que no es otra cosa que la acción de fuerzas que merodean ancestralmente nuestro inconsciente colectivo. Tal como en la física, somos una sumatoria de fuerzas. Y sí, me refiero a los arquetipos.

Se debe tener humildad para ser original, pues como su nombre lo dice, se trata de atender las voces del origen más allá de lo eminentemente presente.

Dejar venir, pensar y actuar; una clave para el que quiere escribir, un ejercicio para la coherencia.






domingo, 1 de julio de 2012

El Super-Yo cobra caro




"Disappointment is an endless wellspring of comedy inspiration."

- Martin Freeman

XXXX:

Ha pasado suficiente tiempo como para que pueda mirar atrás con contemplación serena el breve capítulo que escribiste en mi historia. Entiendo lo vanas y torpes que fueron tus razones para jugar con los sentimientos de una persona -sobre todo con los de un trascendental como yo-, ya que día a día tengo que lidiar con el dolor y sufrimiento ajeno que genera la inconsistencia entre la palabra, el pensamiento, el sentimiento y el acto; y  siempre supe que tú misma  te segarías una cosecha de arrepentimiento.

La virtud otorga el raro placer de sonreír de último.

Así pues, veo que tú idealismo no cambia, ya que si esperabas una mágica absolución como efecto de un simple “Perdoname” estás muy lejos de lograrla. De hecho, ya básicamente ni siquiera importa lo que yo sienta ni que obtengas algún tipo de redención o disculpa por mi parte; el verdadero núcleo del problema subyace en si vas a seguir hiriendo y cometiendo inconsistencias tan amargas como crueles y estúpidas. Es por tú vida, es por ti.

Por mi parte, mi posición frente a ti es eminentemente Nietzscheana: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti.” No suelo desdeñar actos perdón y contrición, ya que soy un fiel creyente de la propia transformación y la consciencia por el error, no obstante, tú acto deja mucho que desear.

Desconozco que acto te motivó a escribirme, ojalá por lo menos te despierte constantemente la empatía que sólo expresaste cuando te convenía.


Cambia por tú vida, cambia por ti.
Renuncio a mi deseo de venganza.
Justicia de la más pura, eso es lo único que te deseo.


Felipe Arango Campuzano .’.